sábado, 25 de diciembre de 2010

¿DE QUE TENEMOS QUE ALEGRARNOS EN NAVIDAD?


Por PABLO MARINI

Muchos cristianos ya no tienen ni idea de lo que en realidad festejan el 24 de diciembre a la noche. El Acontecimiento más extraordinario de la Historia ha sido frecuentemente reducido a una excusa para la reunión familiar, comunicarse buenos deseos o hacerse mutuos regalos. Eso sin hablar del “merchandising” y el insufrible “cocacolero” Papá Noel.


Hace ya unos años se estrenó una “remake” de una película famosa de la década de los años ’40 que se llamaba “Milagro en la calle 34”. Tanto la primera como la versión más moderna de 1994 tuvieron mucho éxito. Además, sin demasiados ribetes cursis, apelaban a legítimos recursos sentimentales y alguna que otra lágrima se nos pudo haber escapado al verlas. Sin embargo… lo que a uno le llama la atención es la falsificación del espíritu navideño que uno puede comprobar en muchas de estas comedias familiares. ¿Cuál debería ser ese espíritu? Si hablamos del espíritu de algo, casi siempre nos queremos referir a lo esencial, al nudo de algo, lo más profundo. Algunos transforman esta fiesta en una especie de “jornada solidaria” por los que menos tienen. Y esto no estaría mal siempre y cuando tengamos claro el sentido profundo y último de esta fiesta cristiana.

¿Qué significa “Navidad”?
Uno de los signos más patentes de la deformación que está sufriendo la Navidad en nuestras sociedades secularizadas son las tarjetas que uno recibe. ¡Estoy harto de recibir palomitas de Picasso o las tarjetitas de UNICEF que, con sus dibujos estilo “naíf”, muestran niñitos jugando en un parque! De Cristo y el cristianismo…nada. Por su parte, con Papá Noel (cuya versión actual es un invento de la Coca-Cola en 1931) no nos va mucho mejor: “Santa Claus permite participar del ‘espíritu de la Navidad’ sin ponernos ante disyuntivas ético–religiosas ni, menos aún, hacernos entrar en contradicción con lo que somos o hacemos durante el resto del año.” (Rodríguez, 1997:118).

Y encima parece que en Navidad tenemos que estar alegres. ¿Alegres por qué, de qué? Y las respuestas podrían ser varias, pero ¿cuál tendría que ser el motivo real? ¿Porque se termina el año?, ¿porque es la hora del balance?, ¿porque nos vemos las caras con toda la familia, incluso después de haber cumplido con alguna ceremonia religiosa?, ¿por los regalos?, ¿por qué nos suscitamos mutuamente buenos sentimientos? Sabemos que el espíritu navideño no puede consistir ni en los regalos, ni en los adornos, ni en el árbol, ni siquiera en armar un pesebre. También sostenemos que la mayoría de la gente sabe que esos no deben ser los motivos de nuestra alegría, pero sabemos que la mayoría no sabe cuál es el motivo real. Alguien más avispado podrá llegar a decir: “Festejamos el nacimiento del Niño Dios y la llegada de la salvación al mundo”. El problema es que tengo toda la sensación de que muy pocos saben de qué nos viene a salvar. De hecho en la Universidad del Salvador hay alumnos que me preguntan: “¿Salvador de qué?”. En realidad muchos ni siquiera saben bien qué significa la palabra “Navidad”. Muy pocos sabrían contestar que “Navidad” significa en español “nacimiento de la vida” y que su declinación latina “nativitate” podría traducirse como “nacimiento de la vida para ti”. ¿De qué vida se habla aquí? De una nueva vida, de una promesa de salvación eterna, porque nuestra vida ahora sí, con Cristo, puede radicarse en el bien. Porque Jesús (que significa precisamente “Dios salva”) viene a salvarnos de una terrible situación de pecado, fruto de una misteriosa falta en el origen de los tiempos. Se trata de liberarnos de lo que los pensadores más lúcidos han caracterizado como la “condición humana”: una naturaleza herida y dañada en sus estructuras más íntimas, debilitada en su resistencia al mal. Es una impotencia objetiva, una incapacidad estructural, una esclavitud de la que el hombre no puede librarse por sí mismo, y, en consecuencia, no puede por sí mismo mantenerse en el bien sin caer tarde o temprano. A menos, claro, que… Dios venga a salvarnos. A menos que Dios nos capacite para el bien. Es lo que los teólogos han llamado con el nombre de gracia. Una fuerza sobrenatural que no es de este mundo y que nos capacita para el bien y para permanecer en él.
La verdadera alegría.

Así que éste es el verdadero motivo de nuestra alegría. Porque aquellos que nacimos enemigos de Dios, podemos volver a la amistad con él, porque los que estamos enfermos, podemos ser sanados, porque los que nacimos esclavos podemos ser liberados, porque los sometidos a la muerte, podemos resucitar con él. Por esto tenemos que estar alegres en Navidad. Porque Dios no nos ha abandonado a la muerte y a nuestras miserias. Porque Dios se ha metido en la historia humana de la manera más inaudita. Porque no es un cínico y frío observador. No somos parte de un experimento cósmico, pequeñas hormiguitas controladas por una prescindente e inhumana divinidad. Al contrario, el cristianismo es la más brutal confirmación del amor de Dios por su creatura humana. Esto debe ser el motivo de nuestra alegría más auténtica y profunda.

Cómo Hollywood falsifica las cosas.

¿Y la nueva versión de “Milagro en la calle 34” qué tiene que ver con todo esto? Todo y nada. Todo porque pretende hablar del “espíritu navideño” y nada porque no tiene nada que ver con lo que acabamos de reflexionar. Empezando por la absoluta falta de mención a Cristo y lo cristiano (solo unas vagas y confusas referencias a “la Iglesia”) y terminando con el diálogo más importante entre Papá Noel y uno de los protagonistas principales, la señora Walker, que culmina en esta frase totalmente contraria al verdadero espíritu navideño. Hablando de sí mismo “Santa Claus” le dice: “Soy un símbolo de la capacidad humana para suprimir el egoísmo y las tendencias hostiles que controlan la mayor parte de nuestras vidas”. Nada más equivocado. No hay tal capacidad humana. No hay tal capacidad para salvarnos de nosotros mismos. Si el Evangelio quiere decir “Buena Noticia”, “Buena Nueva”, es porque previamente hay una Mala Noticia. Y esta es la de que el hombre no puede salvarse de su condición humana y de su miseria por sí mismo. Todos los totalitarismos y naturalismos lo han intentado y han fracasado miserablemente. La reacción del hombre autosuficiente de hoy frente al auténtico espíritu cristiano de la Navidad se parece a la de un joven atlético de 20 años al que se le dijera: “¡Te regalamos un transplante de corazón! Pero tenés que hacértelo ahora”. Su mirada, mezcla de asombro y terror, nos hablaría de su total rechazo. El hombre moderno se cree capaz de sanarse o sencillamente se considera sano. “Ningún Niño Dios tiene que venir a curarme de nada. En todo caso para eso tengo al psicoanálisis o a la new age”. Por eso, quizás, por haber olvidado o ignorado el verdadero sentido de esta fiesta, muchos se sorprenden a sí mismos hallándose tristes en Navidad. Y no entienden lo que les pasa.


Revista “Tigris”,

lunes, 6 de diciembre de 2010

DECIAMOS AYER


Fuerza Patriótica se complace en exhumar este valioso documento histórico suscripto por nuestro camarada, el notable economista Dr Walter Beveraggi Allende; quien en apretada síntesis dejó asentada la posición del nacionalismo ante la desastrosa política económica del ex presidente Raúl Alfonsin. Los conceptos allí vertidos - a pesar del tiempo transcurrido- conservan su plena vigencia.

¿Será mentiroso el Presidente?

Declaración Pública

S.M. de Tucuman, 20 de febrero de 1987

Mentiroso Presidente Alfonsin

El 13 de febrero último el Dr. Alfonsin acusó a los críticos de su gobierno de realizar una oposición “banal y trivial”, así como de no ofrecer propuestas o soluciones alternativas.

Una vez más, el presidente miente sin ningún recato. Por que ha recibido serias y reiteradas propuestas destinadas a modificar la ruin política económica que viene aplicando desde que asumiera el cargo.

Yo le he señalado, por ejemplo, desde mi cátedra de Economía de la Universidad de Buenos Aires, la necesidad y posibilidad de implantar una POLITICA MONETARIA de CREDITO BANCARIO “ABUNDANTE Y BARATO”, con destino productivo, con la cual podría reactivarse de inmediato nuestra maltrecha producción, sin necesidad de prestamos o inversiones extranjeras de ninguna naturaleza.

También miente el Secretario de Hacienda, Mario Brodersohn, cuando sostiene que “si la Argentina no obtiene el préstamo de 2.150 millones de dólares de la Banca Internacional no se lograra el crecimiento de la economía del 4% (La Gaceta, S.M. de Tucumán, 21/2/87, pag 1)

Es absolutamente falso que nuestra recuperación económica dependa de la afluencia de capital o prestamos extranjeros y ni siquiera que dicha reactivación estaría subordinada al consentimiento de reales o presuntos acreedores extranjeros y al beneplácito del Fondo Monetario Internacional.

Todo esto lo he explicado y demostrado en documentación que le he remitido al Presidente desde antes de asumir al cargo, incluyendo mi libro, “Teoría Cualitativa de la Moneda”.

Y si no me ha prestado atención o brindado la oportunidad de demostrar tales circunstancias públicamente, ello no se ha debido a la falta de consistencia de mis propuestas o de nivel técnico para expresarme, sino a la sencilla razón de que el presidente Alfonsin, su Secretario de Hacienda, Mario Brodersohn, su principal lenguaraz, el Dip. Cesar Jaroslavsky, y todo el elenco de colaboradores que lo acompaña, esta absolutamente subordinado al PODER SIONISTA, manejado mundialmente desde Wall Street, con David Rockefeller y su sequito de banqueros internacionales a la cabeza.

Esto no es ningún exabrupto; lo he expresado ya públicamente en muchas oportunidades y ratificado en octubre ppdo., al querellar por calumnias e injurias ante la Justicia Nacional a la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina), máxima autoridad sionista que opera en nuestro país, señalando que este segmento de la satrapía mundial aludida pretende seguir calumniándome de “antijudio y antisemita”, para seguir eludiendo la consideración de las gravísimas imputaciones que vengo formulando contra el aparato económico-financiero que ella representa y en razón de la despiadada agresión que este viene perpetrando contra nuestra Patria, gracias a la complicidad que le brindan colaboradores locales como el Presidente Alfonsin o como Martinez de Hoz y su escolta militar del “Proceso de Reorganización Nacional”.

Fecho esta declaración publica el 20 de febrero de 1987, aniversario de la gloriosa batalla de Salta, y aprovecho con tal motivo a convocar a mis compatriotas para asumir de una vez por todas la vigorosa defensa de la Nación, contra toda la cáfila de traficantes y traidores que la mantienen conculcada, pues no se trata ya de respetar falsas instituciones democráticas, sino de restaurar por los medios que sean, los derechos del pueblo argentino a la subsistencia física, al trabajo honrado y a la MORAL CRISTIANA, que constituye nuestro acervo espiritual tradicional.

¡DIOS Y PATRIA…O MUERTE!

Walter Beveraggi Allende

Publicado en Patria Argentina, Nº 5, Marzo de 1987

Foto: Un economista a mi derecha por el amor de Dios

miércoles, 1 de diciembre de 2010

EL LIBERALISMO COMO EJE DEL MAL

Dentro de la estructura del Nuevo Orden Mundial, impuesta por las Transnacionales y los Países Desarrollados adictos al “Imperio del Dinero”, el Liberalismo constituye la principal arista en el balance de poder internacional. Sin entrar ha hacer un análisis demasiado extenso sobre el tema, podemos sintetizar lo que representa el Liberalismo hoy, como el autentico Eje del Mal, en el cual va montado una abominable estructura o “Régimen de Poder” tanto político, económico como militar, que viene consumando interrumpidamente durante casi tres siglos, el “orden natural” que el hombre debiera respetar para garantizar su desarrollo como creatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza. Con el Liberalismo, se rompe esa relación creador-creación, para transformarse ya en una autodeterminación casi herética tanto en el plano filosófico como teológico.

El hombre liberal quiere superar al creador, lo confronta, lo desafía e intenta reemplazarlo con nuevas deidades como el dinero, el prestigio, el poder, etc... Todo en contranatura, no existen los límites ni éticos, ni morales, menos religiosos. El Liberalismo implica la emancipación al Plan de Dios.

La exaltación de la libertad humana, la eliminación de las barreras para dar iniciativa al libre albedrío, no es más que el pecado mismo de desobediencia a la autoridad de Dios.

Carlos A. Sacheri, en su libro “El Orden Natural”, define claramente las consecuencias de la Doctrina Liberal, que la podemos sintetizar en tres planos:

1- Desde lo Filosófico: la filosofía liberal considera que el hombre es naturalmente bueno y justo, poseedor de una libertad absoluta, que no reconoce límite alguno. Roussseau lo definiría como el “buen salvaje”, independiente, soberano, incapaz de malicia alguna. Su autodeterminación le permitirá lograr el progreso indefinido y necesario. No puede estar sujeto, a regulación ética alguna, que no provenga de su autodeterminación.

2- Desde lo Económico: la economía liberal se centraliza en la iniciativa y el interés individual. Adam Smith se refiere al “sano egoísmo individual”, donde existe una armonía en entre la oferta y la demanda; es decir una perfecta armonía de intereses particulares, que ni siquiera el Estado mismo debía entorpecerlo. El fin de lucro toma un rol fundamental en la búsqueda de ese equilibrio. La ganancia por la ganancia misma, asume un rol importante en las relaciones humanas de tal manera que pronto existiría una nueva clase social: la burguesía comercial. El afán de lucro y el capitalismo liberal acarreará las consecuencias lógicas de poner al hombre por debajo del modelo económico liberal: desplazamiento de población rural a las grandes ciudades, cinturones de pobreza, asimilación del trabajo humano como “mercancía”, con la lógica pérdida de la divinidad humana que ello implica.

3- Desde lo Político: la política liberal exalta la libertad individual. Es una libertad absoluta, por lo que es atentatoria contra ella toda institución que promulgue la finalidad social de esa libertad. Por ejemplo: el derecho al aborto es absoluto, por lo que todo lo que sea de mi cuerpo lo decido yo y no lo que disponga una institución (léase la Iglesia Católica). El derecho a la vida, es un derecho natural que persigue un fin social; es decir el derecho a nacer, a integrar una familia naturalmente constituida, a ser parte integrante de una sociedad en el cual uno se pueda desarrollar plenamente.

Para los liberales, el Estado por naturaleza es “dictatorial”, por lo que tan solo debe cumplir funciones de mero custodio de esa libertad individual y absoluta; procurando defender la propiedad de cada individuo, también carente de una función social.

Con la Doctrina Liberal, nace el laicismo, la separación entre Estado e Iglesia, entre el Derecho Positivo y el Derecho Natural. Lo “moral” queda relegado a un mero plano “subjetivo”, por lo que para uno concibe como recto o justo, no tiene por que ser admitido por los demás.

CONCLUSIONES

El Liberalismo nace como una consecuencia lógica de poner al hombre común en un plano superior al que poseía en los albores de la Edad Medieval. De súbdito, pasa a ser ciudadano; de artesano, pasa a ser Burgués o Industrial; de vasallo, pasa a ser dirigente, gobernador o presidente; en resumidas cuentas, es un proceso que llevó a una profunda transformación humana que carente de toda guía o conducción más que nada religiosa, está generando un espacio cada más soberano o independiente entre Dios y el hombre.

Lo que en la Edad Media, Dios era el centro de todo, la Edad Moderna invierte la carga y pone al Hombre cada vez más cerca del centro de todo. Dios, con su infinita misericordia nos da la libertad para que actuemos en consonancia con sus designios. El problema es que el hombre, no es un animal de carga común que obedece. La razón, fuente de nuestro desarrollo cultural, ha puesto al propio ser humano en actitud desafiante ante el Todopoderoso.

En la actualidad vemos como el Liberalismo, por obra y gracia de la razón, nos plantea pautas de conducta hasta desafiantes para Dios: el manipuleo de la genética, el uso de la ciencia para fertilizar óvulos in vitro, la especulación hasta cinematográfica de la llegada de Dios en la tierra a través de su hijo Jesucristo, el deseo de morir voluntariamente con la eutanasia asistida o el negar la vida a un ser humano con el aborto; el deseo de elegir mi propio sexo con la homosexualidad y transexualidad; el manipuleo del orden natural de la familia con la introducción del matrimonio gay; la pornografía como principal “industria del entretenimiento para adultos”, la mujer como objeto de deseo en pautas publicitarias y filmes, la reversión de la autoridad entre jóvenes y adultos, entre estudiantes y profesores; la revoluciones sociales contra la Iglesia; la globalización destructiva del Estado-Nación, la desaparición paulatina del Estado, las culturas, las sanas costumbres, los valores éticos y morales; todo ello son las huellas que este Eje del Mal esta dejando por doquier.

Enrique F. Marañón

camaradamaragnon@hotmail.com