domingo, 27 de noviembre de 2011

Algo más sobre la democracia inmoral

Para quienes no aceptamos el concepto de que la democracia es “un estilo de vida” y la reconocemos sólo como una de las formas de gobierno, debemos aceptar que, en general, es la forma que el hombre moderno ha elegido como sistema político preferido. Sea porque no conoce otra, sea porque está convencido que es la mejor, o porque a lo largo de su vida fue educado en esa exclusiva dirección.

Quiénes sostenemos que la forma de gobierno debe ser propia de cada pueblo, conforme a su idiosincrasia, su tradición, su cultura o simplemente su forma de ser, entendemos en consecuencia, que cada pueblo debe encontrar en las distintas formas de gobierno o en la combinación de ellas, cuál es la que más lo ayuda a conseguir la justicia y el bien común. Una forma de gobierno puede resultar perfecta en un determinado país que privilegia las instituciones y un fracaso en otro donde lo que prima por sobre todas las cosas es el hombre, el conductor, el líder. Sea cual fuere la forma de gobierno, la misma debe estar iluminada por valores y principios religiosos y filosóficos que sí conforman un verdadero estilo de vida. Cuando estos no son tenidos en cuenta, esa forma de gobierno se degenera.

En el caso particular de Argentina, aunque los principales beneficiarios del sistema imperante se rasguen las vestiduras, la democracia tiene la particularidad de ser una tiranía disfrazada. En efecto, por esa peculiar inclinación de los argentinos hacia el autoritarismo, todos los gobiernos que se han definido como democráticos, han hecho todo cuanto han querido en el ejercicio de sus funciones sin ningún tipo de límites ni controles. Los únicos límites que a lo largo de nuestra historia tuvieron los gobiernos democráticos, han sido los golpes de estado cívico militares, ya que la costumbre de la democracia en Argentina, consiste en que, al llegar al poder, el Ejecutivo elimina todo tipo de limitaciones, controles o resistencias que puedan surgir de los otros poderes. Así modifica la conformación de la Corte Suprema poniendo jueces adictos, y en el caso del Congreso, comprando voluntades de los representantes de la oposición. Por sólo mencionar los ejemplos de la época moderna, podemos decir que esto ha sido así en los gobiernos de Alfonsín, Menem, De La Rúa y los Kirchner. Es más, en el imaginario colectivo se ve como una fortaleza que el poder Ejecutivo logre sacarse de encima los controles de los otros poderes. No importa la trampa que se haga si aparentemente todo es legal. No importa si para obtener un rédito político se extorsiona a un juez con una carpeta de contenido escandaloso. Es lo que en el sistema suelen llamar “construir el poder”.

Y no vengamos con que somos una democracia joven, que tenemos mucho que aprender de los errores y toda esa cantinela, porque eso no es cierto. La cultura de los argentinos, su idiosincrasia y su forma de ser, nos indican que la democracia en la Argentina más que una forma de gobierno es una forma muy eficiente de hacer pingües negocios desde el poder y beneficiar a la clase política de turno. De ahí también, la explicación de que la democracia en nuestro país se agote en la lucha por el poder.

Esto provoca que la revolución anticristiana (que en extrema síntesis busca apartar al hombre de vivir como Dios manda), encuentre en políticos inescrupulosos o corruptos a los cuales sólo les interesa el poder para enriquecerse, el campo propicio para avanzar sobre los valores éticos y morales de ese pueblo. Y esta deformación está tan arraigada en nuestra cultura que quienes resultan perjudicados por este sistema, aceptan con resignación las arbitrariedades e injusticias… “pero por suerte estamos en democracia”, aducen.
En el caso particular del gobierno que hoy “conduce” los destinos de la Nación, podemos decir que, en su seno, tienen lugar absolutamente todos los abusos y arbitrariedades y no hay mecanismo que se le oponga o logre detenerlos. En efecto, si lo expresado no fuese cierto ¿cómo pueden explicarse o justificarse los casos de corrupción más resonantes como los de Zaffaroni, Schoklender, Jaime, Bonafini y otros tantos y no pase absolutamente nada porque el juez actúa conforme con las órdenes que recibe del poder ejecutivo?.

¿Cómo se explica que el gobierno haya elaborado una política de derechos humanos para encarcelar militares y dejar en libertad a terroristas y asesinos y cuente con el apoyo de los jueces para hacerlo?. La sola aceptación de dicha política por parte de los jueces adictos al gobierno de turno descalifica por completo lo que debería ser una democracia.

¿Cómo podemos entender siquiera que los periodistas amigos del gobierno, conduzcan por el canal público de TV, un programa cuya única finalidad sea desprestigiar y vituperar a los colegas que trabajan en medios “supuestamente”, contrarios al oficialismo. ¿Cómo entender que expongan fotografías de periodistas opositores en la vía publica y se invite a la población a escupir sobre las mismas para expresar su repudio?... No señor, esto no es democracia, esto es inmoralidad. Y más inmoralidad es que la corporación periodística, en una actitud mediocre y cobarde, no haya salido con toda vehemencia a reprobar el exceso ni a defender a sus colegas. Por el contrario, la mayoría opta por el individualismo egoísta y nadie dice nada. Nunca antes la corporación periodística había perdido tanto prestigio y credibilidad.

Ante tantos abusos y arbitrariedades, debemos intentar una salida distinta. Ya no se trata de que volvamos a lo viejo y que otra vez el poder militar retome sus rutinas de interrupciones “democráticas”, se trata simplemente que los argentinos encontremos los mecanismos que nos permitan abordar una forma de gobierno que nos asegure la justicia y el bien común y, a la vez, controle de manera más eficiente la probable corrupción en la que pudiesen incurrir algunos de sus funcionarios o dirigentes.

O sea, que lo que aquí se está diciendo es que lo que está mal en la Argentina, es el propio sistema político y es lo que debemos cambiar para poder aspirar a ser un gran país que esté a altura de nuestros orígenes Cristiano Católicos y de todas las riquezas con que fue bendecido.

¿Pero cómo cambiar un sistema político si antes no reencontramos al hombre –sujeto principal por el cual funciona ese sistema-, con sus verdaderos orígenes, sus raíces que le dan sentido a su vida?.


Si convenimos en que es el hombre moderno quien está mal porque se ha alejado de Dios y ha establecido sus propias reglas éticas y morales, seguramente también convendremos en que si recuperamos al hombre estaremos recuperando todo lo que él es capaz de generar.

En tal sentido, se hace necesario volver a restaurar todos los valores espirituales, morales y culturales que la revolución anticristiana ha trastocado, subvertido y desnaturalizado. Un hombre que no cree Dios ni en la familia, que procura el aborto, la eutanasia y fomenta la homosexualidad no puede nunca jamás conducir un sistema político virtuoso que tienda al bien común. Debemos volver a los valores permanentes.

Y en cuanto a lo político, debemos cambiar el sistema de representación único de los partidos políticos que históricamente han dividido a los argentinos, por otro en el cual estén representados realmente todos los sectores que conforman la sociedad. Sólo un sistema integral, que se organice a partir de la familia, donde estén todos representados por lo que son y por lo que hacen, integrados en un sistema, dará participación verdadera al pueblo desde la familia al municipio, incorporando la actividad real a la vida política y no la ideología. Hoy gobierna una sola corporación: la política, que pone jueces y hace las leyes a su antojo y según sus necesidades. Una corporación monopólica y oligárquica cuyas únicas disputas internas son el espacio de poder y los dineros mal habidos que ese poder genera.

El sistema de representatividad de los cuerpos intermedios que debe organizarse desde abajo hacia arriba y que no es perfecto, asegurará una mayor y mejor participación de todos los sectores y controlará más eficientemente la posible corrupción.

Si tuviésemos que sintetizar en un sólo párrafo la propuesta que estamos formulando, podríamos cerrar diciendo que, a la revolución anticristiana que a lo largo de muchos años fue provocando la decadencia argentina, debemos oponernos con una contra revolución, esencialmente Cristiana, que nos permita recuperar la recta concepción de la persona humana y un sistema político que asegure la búsqueda del bien común permanente.

¡Por Dios y por la Patria!
Hugo Reinaldo Abete

Ex Mayor E.A.

sábado, 19 de noviembre de 2011

20 NOVIEMBRE 1845-2011 "DIA DE LA SOBERANIA NACIONAL”


Un aniversario más de aquella gloriosa jornada de la "BATALLA DE LA VUELTA DE OBLIGADO"el 20 de Noviembre de 1845 cuando el coraje, el ingenio, el valor unidos al sagrado Amor a la Patria, de los criollos se impuso al atropello de la poderosa flota anglo-sajona.
Así con sagre y sacrificio se inmolaron aquellos hombres cuyos sueño era solo la integridad de su tierra. 
SU SOBERANIA. Esa Soberania que no se declama sino que se ejerce. Esa Soberania enterrada en las entrañas de la Historia. La que forjaron  los grandes y nos dejaron como herencia de un pasado de LIBERTAD. La que nos permite respirar el mismo aire a todos los argentinos cubiertos por el mismo cielo celeste y blanco.
Hoy a 166 años  de aquella epopeya, la PATRIA ha perdido su SOBERANIA. Ya no es la altiva guerrera de Obligado, sino la ultrajada esclava de intereses espureos y condicionantes. Se elevan timidas voces de protesta ante el desafio agraviante de los poderosos del mundo, ladrones no solo de la SOBERANIA territorial, sino de la "soberania moral"último baluarte en la defensa de una Nación que supo ser"SOBERANA”.
Esa  misma Nación que en 1982 recuperó con fiereza y valor su SOBERANIA ultrajada durante 150 años por los mismos enemigos, por la misma prepotencia, por la misma avaricia… 
Así, durante 74 dias a costa de muerte, dolor y coraje, la Argentina recuperó para siempre, aquella SOBERANIA por la cual lucharon los HEROES DE LA VUELTA DE OBLIGADO.
Pero no alcanzaron para restituirle su “soberania moral”
ensombrecida por una democracia mal interpretada, unas instituciones vulnerables al poder,una ciudadania confundida por los medios mercenarios y un desprecio culpable hacia quienes siguiendo su bandera, lo dieron todo.
A treinta años de la Gesta en medio de tratados y documentos, la verdadera SOBERANIA argentina, la ejercen la Cruces de Darwin,  el manto de la Virgen de Lujan, las heridas de los VGM, el espíritu de los que no quisieron sufrir el olvido, las mujeres que en silencio y ejemplo respiran el aire glorioso de la Victoria personal de sus hombres…
Pero la “soberania moral”sigue atropellada por Tratados inicuos, por escritores pedantes, por comunicadores oportunistas, por revanchismos, por sembradores de odio y venganza encaramados en puestos claves, por comodidad, por ambición, por desidia, por “plata”…
Sin moral ningun pueblo alcanza su plena SOBERANIA. Si se pretende servir a la verdad exhibiendo inhumanamente las heridas purulentas de una guerra. Si se rebaja a sus hombres con expresiones discriminatorias. Si con autosuficiencia se desnudan secretos en demostración de una ignorancia culpable ante un enemigo sagaz y artero acostumbrado a la prudencia y a la acción, jamás se conseguirá la catadura moral que lo haga SOBERANO ante el mundo. Vendrá un príncipe a visitar sus posesiones, se seguirá explotando el petroleo y la pesca, se extenderan las 350 millas, el pais ribereño engrosará la lista de territorios de ultramar y a diferencia de las cadenas que detuvieron la osadia, aquel 20 DE Noviembre de 1845, la ARGENTINA a los 30 años de su VICTORIA, escondida en MALVINAS seguirá ejerciendo su SOBERANIA en el cielo, el mar y la turba atados en una cadena infranqueable de Rosarios que ningun poderoso podrá traspasar.
Por sagrada coincidencia en este “DIA DE LA SOBERANIA NACIONAL” CRISTO REY, nos mostrará su grandeza como único SOBERANO de todas las Naciones y ante EL elevemos nuestras súplicas en nombre de todos aquellos que como EL en JERUSALEN, lloramos sobre la PATRIA desolada.
¡¡¡ MALVINAS, VOLVEREMOS !!!
   
MARIA DELICIA REARTE DE GIACHINO
DNI 1605228

domingo, 6 de noviembre de 2011

PROGRESISMO ES DINERO*

Por Nestor Nuñez

El mundo progre estuvo encantado (feliz de la vida, en realidad), cuando se supo que Hebe Pastor de Bonafini había adoptado casi como un hijo a Sergio Schoklender. ¿Has visto, Martita, qué bien?, se decían las vecinas. Despojada de todo prejuicio, la dulce Madre de Plaza de Mayo que supuestamente perdió sus hijos durante la dictadura, quería adoptarlo como propio. Todo un acto de amor, ¿vio? Para peor, transgresor, porque mire que venir a adoptar una madre, justamente a un muchacho que había matado a los suyos en circunstancias tan sangrientas. Ante cualquier pensamiento malsano, la mayoría se inclinaba por poner el acento en la redención, al final de cuentas Schoklender ya había pagado su deuda con la sociedad, la cárcel sirve pasa eso, ¿no?
Pero el hombre sólo quería plata, dinero, mosca, biyuya, coshque. Los billetes contantes y sonantes, como se vio mucho después, cuando la situación se hizo tan insostenible y los desmanejos eran tan evidentes que hubo que echar mano del último recurso que quedaba, echar de la casa al hijo, acusarlo de haber sido el único culpable y argumentar que en realidad había estafado a las pobres viejitas que un mal día confiaron en un maligno estafador.  En adelante las dulces ancianas empezaron a tratarlo como el parricida. Ya no lo nombran, ahora es simplemente el parricida.
Pero, vamos, el que avisa no es traidor, con la historia que los hermanos Schoklender traían encima, lo dudoso hubiera sido que se comportaran de otra manera. Mucho más en una posición como la que los pusieron, administradores de una empresa que usufructuaría de contratos con el Estado sin pasar por una previa licitación o concurso de precios. “Si se atrasaban los pagos, hablábamos con Néstor y problema solucionado”, ha confesado hace poco el parricida. Era una cuestión de amigos, che.
En esta parte del planeta, la humanidad ha venido a dar con una de las verdades fundamentales de la vida, que el hombre se mueve por dinero, dinero y solamente dinero. Ni el amor ni el odio, ni la religión ni el ateísmo, ni una mujer ni su recuerdo. Ni mucho menos un partido, una ideología, haga el favor, a quién se le ocurre. Solamente estando loco alguien se dejaría matar para defender los sacrosantos derechos del mercado liberal o porque alguien no acató la ley de la justa repartija de los excedentes de la producción entre los trabajadores.  Ni por John Maynard Keynes ni por Karl Marx.
Mucho menos por el pobre discurso progresista que ofrecen los rejuntados actuales, menemistas culposos, frepasistas pre y post chachistas, radicales de Yrigoyen, de Balbín y ¡de Fernando de la Rúa!, viejos duhaldo menemistas y modernos duhaldistas puros, abortistas convencidos de todos los abortos menos del suyo propio, socialistas de la primera, la segunda y la tercera hora, eutanasistas filo nazis aunque no lo reconozcn, viejos jefes de la Side devenidos en gobernadores rionegrinos, alfonsinistas del padre, del hijo y del Espíritu Santo, antiguos montoneros arrepentidos y arrepentidos de su arrepentimiento, verdaderos y falsos gays, lesbianas, lesbianos, transexuales y todas las variantes habidas y las que falta clasificar todavía, periodistas que escribían prólogos para libros de militares aeronáuticos, erpianos que se quedaron sin una Cuba que los apoye.
Todos van por la plata, por el dinero, la biyuya, los mangos, el dinero. La guita, en una palabra. Porque si no, no se cree lo de Amado Boudou, que pasó del liberalismo de la Unión de Centro Democrático, al más puro kirchnerismo, sin ninguna escala en algún tipo de arrepentimiento. Sin que nadie le reclame cómo hizo para pensar tan distinto de un día para el otro, qué libros leyó, quiénes lo convencieron tan rápidamente, qué vio en este gobierno que lo obnubiló de tal manera que, de un día para otro, pasó a esconder todos los libros de Adam Smith bajo la mesita de luz del departamento de Puerto Madero.
Todos están por la plata. Si no, no se explicaría que tantas oficinas de derechos humanos premien -con dinero, ¡obvio, amigo!, nadie quiere medallas o condecoraciones- a quienes también atentaron contra la democracia sacrosanta que gobernaba el país entre el 73 y el 76. Damnificados por el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, hagan fila por aquí así pasan a cobrar por aquella ventanilla. Primos segundos de un amigo que desapareció en el 77 pero que finalmente estaba vivo, en la ventanilla de más allá.
Cada vez que aparece un damnificado de aquellos años, gordo, pelado, carcomido por los años, el Estado ya sabe que tiene que desenfundar la billetera. La asignación universal progresista alcanza para todos. Hay manteca para tirar al techo. ¿Usted hizo la conscripción y dice que un cabo lo miraba mal? Venga mañana, inicie un expediente y el mes que viene lo hacemos cobrar. ¿Una vez lo hizo hacer salto de rana? Doble indemnización entonces.
Los progresistas argentinos solamente quieren dinero, ni revolución ni patria socialista, ni mucho menos, muerte a la oligarquía.
Ahora la oligarquía son ellos. 

*Publicado en Revista Milo Nº4