domingo, 6 de noviembre de 2011

PROGRESISMO ES DINERO*

Por Nestor Nuñez

El mundo progre estuvo encantado (feliz de la vida, en realidad), cuando se supo que Hebe Pastor de Bonafini había adoptado casi como un hijo a Sergio Schoklender. ¿Has visto, Martita, qué bien?, se decían las vecinas. Despojada de todo prejuicio, la dulce Madre de Plaza de Mayo que supuestamente perdió sus hijos durante la dictadura, quería adoptarlo como propio. Todo un acto de amor, ¿vio? Para peor, transgresor, porque mire que venir a adoptar una madre, justamente a un muchacho que había matado a los suyos en circunstancias tan sangrientas. Ante cualquier pensamiento malsano, la mayoría se inclinaba por poner el acento en la redención, al final de cuentas Schoklender ya había pagado su deuda con la sociedad, la cárcel sirve pasa eso, ¿no?
Pero el hombre sólo quería plata, dinero, mosca, biyuya, coshque. Los billetes contantes y sonantes, como se vio mucho después, cuando la situación se hizo tan insostenible y los desmanejos eran tan evidentes que hubo que echar mano del último recurso que quedaba, echar de la casa al hijo, acusarlo de haber sido el único culpable y argumentar que en realidad había estafado a las pobres viejitas que un mal día confiaron en un maligno estafador.  En adelante las dulces ancianas empezaron a tratarlo como el parricida. Ya no lo nombran, ahora es simplemente el parricida.
Pero, vamos, el que avisa no es traidor, con la historia que los hermanos Schoklender traían encima, lo dudoso hubiera sido que se comportaran de otra manera. Mucho más en una posición como la que los pusieron, administradores de una empresa que usufructuaría de contratos con el Estado sin pasar por una previa licitación o concurso de precios. “Si se atrasaban los pagos, hablábamos con Néstor y problema solucionado”, ha confesado hace poco el parricida. Era una cuestión de amigos, che.
En esta parte del planeta, la humanidad ha venido a dar con una de las verdades fundamentales de la vida, que el hombre se mueve por dinero, dinero y solamente dinero. Ni el amor ni el odio, ni la religión ni el ateísmo, ni una mujer ni su recuerdo. Ni mucho menos un partido, una ideología, haga el favor, a quién se le ocurre. Solamente estando loco alguien se dejaría matar para defender los sacrosantos derechos del mercado liberal o porque alguien no acató la ley de la justa repartija de los excedentes de la producción entre los trabajadores.  Ni por John Maynard Keynes ni por Karl Marx.
Mucho menos por el pobre discurso progresista que ofrecen los rejuntados actuales, menemistas culposos, frepasistas pre y post chachistas, radicales de Yrigoyen, de Balbín y ¡de Fernando de la Rúa!, viejos duhaldo menemistas y modernos duhaldistas puros, abortistas convencidos de todos los abortos menos del suyo propio, socialistas de la primera, la segunda y la tercera hora, eutanasistas filo nazis aunque no lo reconozcn, viejos jefes de la Side devenidos en gobernadores rionegrinos, alfonsinistas del padre, del hijo y del Espíritu Santo, antiguos montoneros arrepentidos y arrepentidos de su arrepentimiento, verdaderos y falsos gays, lesbianas, lesbianos, transexuales y todas las variantes habidas y las que falta clasificar todavía, periodistas que escribían prólogos para libros de militares aeronáuticos, erpianos que se quedaron sin una Cuba que los apoye.
Todos van por la plata, por el dinero, la biyuya, los mangos, el dinero. La guita, en una palabra. Porque si no, no se cree lo de Amado Boudou, que pasó del liberalismo de la Unión de Centro Democrático, al más puro kirchnerismo, sin ninguna escala en algún tipo de arrepentimiento. Sin que nadie le reclame cómo hizo para pensar tan distinto de un día para el otro, qué libros leyó, quiénes lo convencieron tan rápidamente, qué vio en este gobierno que lo obnubiló de tal manera que, de un día para otro, pasó a esconder todos los libros de Adam Smith bajo la mesita de luz del departamento de Puerto Madero.
Todos están por la plata. Si no, no se explicaría que tantas oficinas de derechos humanos premien -con dinero, ¡obvio, amigo!, nadie quiere medallas o condecoraciones- a quienes también atentaron contra la democracia sacrosanta que gobernaba el país entre el 73 y el 76. Damnificados por el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, hagan fila por aquí así pasan a cobrar por aquella ventanilla. Primos segundos de un amigo que desapareció en el 77 pero que finalmente estaba vivo, en la ventanilla de más allá.
Cada vez que aparece un damnificado de aquellos años, gordo, pelado, carcomido por los años, el Estado ya sabe que tiene que desenfundar la billetera. La asignación universal progresista alcanza para todos. Hay manteca para tirar al techo. ¿Usted hizo la conscripción y dice que un cabo lo miraba mal? Venga mañana, inicie un expediente y el mes que viene lo hacemos cobrar. ¿Una vez lo hizo hacer salto de rana? Doble indemnización entonces.
Los progresistas argentinos solamente quieren dinero, ni revolución ni patria socialista, ni mucho menos, muerte a la oligarquía.
Ahora la oligarquía son ellos. 

*Publicado en Revista Milo Nº4

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