domingo, 26 de agosto de 2012

EL BATALLON ABERRANTE

Por: Guillermo Rojas

Ya en infinidad de ocasiones hemos tratado la temática de la marginalidad y su relación con los gobiernos tributarios del Sistema de Dominación.
Al menos aquí en Argentina el denominado marginalismo es el otro yo del Sistema que por vía de la ideología de los derechos humanos y especialmente durante este periodo del kirchnerismo ha llegado a ser uno de los pilares de la ruptura o abolición del sentido común, o sea la marginalidad especialmente moral ha sacado bajo el mismo, libreta de ciudadanía y bill de indemnidad. Resulta algo que no puede ser cuestionado, criticado o su eclosión disparatada y grotesca, no puede ser descalificada de ninguna manera, so capa de ser objeto de la persecución primeramente mediática e incluso penal. Se la promueve desde el Estado ocupado por gente absolutamente corrompida en las ideas y conductas. Se trata de la creación de un nuevo “sentido común”, que viene gestándose desde la llegada al poder del alfonsinismo hace tres décadas y hoy ya es aceptado como lo normal y hasta deseable por una enorme masa de personas.
Hace poco el mismo ministro de Educación, que debería ser la salvaguarda de la disciplina escolar avaló, como un triunfo de la democracia la toma de colegios secundarios, en los que hoy nos enteramos, se realizaron todo tipo de desmanes y delitos contra la propiedad. Concretamente el robo de elementos de los establecimientos educativos. Nos anoticiamos por los diarios que pese a los disparatados dichos del mencionado ministro, los alumnos que llevaran adelante esas tomas recibirán 24 amonestaciones, lo que marca la magnitud del dislate y que parece hecho a propósito pues ello reciclará las protestas y los desmanes.
Desde el mismo estado se avala a los aberrosexuales que adoptan criaturas: hoy pudimos ver en dulce montón posando en una foto, kirchneristas y macristas junto a dos flamantes padres “igualitarios” que adoptaran un bebe. Solo aquellas parejas que han tratado de adoptar un niño saben el calvario de trámites que han tenido que hacer. Lógicamente los invertidos en la “nueva Argentina” son los únicos privilegiados.
 Digamos que estas son las perlas del Sistema que a diario nos van acostumbrando al reinado desafiante de los degenerados, los delincuentes y a las diversas justificaciones que suelen esgrimir sus promotores gobernantes. Sinceramente hemos llegado a pensar que la perversidad ya había logrado sus máximas expresiones. Pero nos equivocamos.
En efecto hay más. Pocos días atrás saltó a la popularidad un denominado” Vatayon Militante” integrante de la estructura del kirchnerismo cuya noble actividad era promover actos culturales con los presos comunes como protagonistas, lo cual no estaría mal siempre que se hicieran dentro de las cárceles donde esa gente tiene que estar por imperativo de la ley. Pero ya sabemos cualquier cosa vinculada al kirchnerismo es una suerte de ameba viscosa y repugnante cuya finalidad no es otra que la destrucción de la moral, el derecho, la lógica y finalmente, como ya hemos dicho, el sentido común.
Así como estos amorfos nos han acostumbrado a la delincuencia desbocada apodada inseguridad, también nos quieren acostumbrar a que esa delincuencia no debe recibir castigo alguno por que es víctima de la sociedad. Primero lo han verbalizado desde hace añares con personajes como el ex terrorista Verbitzky o el intragable gordo Arslanian como primeras espadas y hoy gracias a los militantes de La Campora lo llevan a la práctica organizando actos político partidistas disfrazados de culturales donde interviene gente tan connotada como el baterista de Callejeros que quemara viva a su mujer y que se encuentra condenado o el “barra” de River que matara a un rival en un sonado hecho de los tantos protagonizados por esas bandas de desalmados.
Es la constante en la degradada ideología de los Derechos Humanos: todos los derechos para el marginal, en este caso el delincuente, mientras la víctima no cuenta y la justicia tampoco. Hay que acostumbrar al vulgo de que vivimos en la anarquía, en el mundo del revés. Es el anarco-progresismo Lo más increíble, lo más indignante, es el aval y la disculpa justificadora de la delincuencia, que por ejemplo la verborragica que habita la Casa Rosada hiciera de la “noble actividad” de los señores barras bravas diciendo en elogio de ellos:  “En la cancha colgado de la paraavalancha y con la bandera, nunca mirando el partido, porque (los barras) no miran el partido. Arengan y arengan y arengan, la verdad mi respeto para todos ellos. Porque la verdad que sentir pasión por algo, sentir pasión por un club, es también, ¿sabés qué?, estar vivo”. Lógicamente que las víctimas de estos delincuentes no deben opinar lo mismo, los que estén vivos se entiende.
Y para culminar: “La violencia en el fútbol no debe circunscribirse a un grupito, además las cosas más graves no pasan dentro de la cancha, sino afuera”. Deplorable. Ni El Abuelo o Diceo lo hubieran hecho mejor. Si el sentido común es lo que la gente piensa en general sobre un tema en particular. Si es un acuerdo natural de las personas sobre que algo es razonable que se haga. O una creencia que la gente considera prudente sobre un tema o situación, sin necesidad de que esa información esté comprobada científicamente o que sea parte de un conocimiento esotérico; lo único importante es que la gente lo tenga en común, el sistema lo está trastocando desde hace como mínimo tres décadas. Si es razonable que los delincuentes purguen una condena por sus crímenes, si es lo lógico que un niño tenga un padre y una madre y no dos padres o dos madres, si es lo necesario que en la sociedad haya quienes manden y quienes obedezcan, si lo normal es que se proteja a la víctima y se castigue al victimario, este Régimen opresivo, hoy con la conducción del kirchnerismo (podría ser de cualquier otro grupo porque todos son lo mismo) no lo cree así y milita con su Batallón Aberrante en favor de la destrucción de ese andamiaje que se suele denominar normalidad.
Para eso se ha descargado sobre la sociedad una gigantesca montaña de excrementos, en la cima de la misma está el kirchnerismo con sus banderas desplegadas a los cuatro vientos como los andinistas orgullosos de haber hecho cumbre.

Tomado de:  http://redpatrioticargentina.blogspot.com.ar/2012/08/actualidad.html

jueves, 16 de agosto de 2012

LA PATRIA

La palabra Patria tiene su origen en el término “Padres”. Toda Patria hace referencia a una Paternidad. El hombre es un ser que vive vinculado a otros, y que necesita, en primer lugar de sus padres, de su familia. De ellos recibe la alimentación, la crianza y la educación. Junto con esos beneficios va recibiendo unos hábitos, un modo de ser, unas cualidades particulares. La familia es el primer núcleo social que el hombre forma. Ésta, a su vez, se proyecta en grupos mayores, y así surgen los clanes, las tribus, los pueblos. Toda persona nace en el seno de un pueblo; éste es producto de una historia, de un pasado que lo fue modelando, de un modo particular de acceder a los bienes de la cultura. Por este motivo podemos afirmar que el hombre es un heredero; recibe los bienes culturales que otros produjeron a través de los siglos, y que le permiten desarrollarse como persona. Los seres humanos se van modelando, y desarrollando su inteligencia y su voluntad, a partir de la herencia cultural que sus mayores y antepasados produjeron y legaron. Por todo esto podemos afirmar que “somos lo que recibimos”: de la tradición heredada, a través de la educación y de los ejemplos que se nos proponen.

Un poeta francés enseñaba que el hombre es deudor: de su tierra y de sus muertos. El hombre íntegro ama y respeta a esa tierra y a esos muertos; y vive, sobre todo hacia estos últimos, un verdadero sentimiento de filiación. Siempre se ha hablado, en los pueblos que no han perdido su dignidad, de los “Padres de la Patria”. Así como hay padres físicos que nos dan la vida, y hay padres espirituales que nos dan la vida de la Gracia (por esto llamamos Padres a los sacerdotes), del mismo modo es legítimo llamar padres a aquellos que construyeron la Patria en la cual accedemos a los bienes de la cultura y en la que nos desarrollamos, por lo tanto, como personas.

Siguiendo al poeta francés Barrés, nos referíamos, en el párrafo anterior, a la tierra, ya que ésta con sus particularidades –sus mares, ríos, llanuras, montañas- imprime un sello particular al modo cómo expresa la cultura un pueblo determinado. Nuestra Patria cuenta con regiones diversas y bellas que fijaron cada una, una característica peculiar al estilo argentino; el Noroeste, el Litoral, la llanura Pampeana, la zona central –con Córdoba como “corazón”-, la región Cuyana, y la Patagónica; las que a su vez, en su interrelación con las zonas y países limítrofes, adquirieron sus rasgos propios.

Si bien la tierra es un elemento muy importante en la conformación del estilo de una Patria, aquello aportado por los muertos, y recibido y enriquecido por los vivos es lo más importante. A esta herencia cultural que se va transmitiendo para que las nuevas generaciones se aprovechen de ese bagaje –y que a su vez lo profundicen- le damos el nombre de tradición. La tradición argentina hunde sus raíces en el acervo cultural de Occidente. Del mundo clásico recibimos la herencia de Sabiduría de los griegos; el sentido de Justicia, expresado a través del Derecho, de los romanos; también de Roma recibimos la lengua, ya que el español es una lengua romance, derivada del Latín. Esta rica cultura fue fecundada en la Edad Media por el Cristianismo. Fueron los monjes y los teólogos medievales quienes profundizaron en aquel rico manantial cultural del mundo clásico, y a partir de él –y de la Revelación recibida a través de Jesucristo en la Iglesia- se sumergieron en la contemplación del Ser, colocándose en una actitud reverente ante la sacralidad de lo real, que refleja los atributos del Creador. De este modo penetraron en la analogía del Ser, remontándose desde el mundo material inanimado, pasando por el mundo vegetal, animal, racional (el hombre), hasta Aquél que es el Ser necesario, Ser en Acto, Ser cuya esencia es Ser.

 Las riquezas profundísimas de esta cultura fueron recibidas, profundizadas, y reelaboradas por la intelectualidad española de los siglos XVI y XVII –ya en plena Edad Moderna-. Justo cuando la cultura del resto de Europa rompía con su tradición, y se volcaba hacia valores no orientados al desarrollo espiritual –cognitivo y volitivo- del hombre, sino hacia un saber útil que le dé un dominio material del mundo. Por este motivo, el prototipo de esta nueva cultura ya no fue el monje y el religioso, sino el burgués, el hombre práctico. Contra esta nueva orientación de la cultura se enfrentó una nueva Orden religiosa defensora de la tradición sapiencial occidental, aunque abierta a las inquietudes culturales de la Modernidad. Esta Orden fue la Compañía de Jesús, y su fundador San Ignacio de Loyola. La Nación que impulsó y luchó por esa Reforma, y esa evangelización fue, como ya indicamos, España. Ésta luchó por trasplantar la cultura gestada en los tiempos de la Cristiandad en sus nuevos territorios de América y Filipinas. Por otra parte, apoyó la acción renovadora y cultural del Concilio de Trento y de los jesuitas. España, a imagen de la antigua Roma, creó un gran Imperio, no ya sobre las costas del Mediterráneo, sino sobre las del Atlántico. Y el basamento cultural de este Imperio fue la sabiduría cristiana, expresada a través de la lengua castellana. A este mundo lo vamos a llamar Hispanidad, fiel heredero de la Romanidad, y de la Cristiandad. Nuestras naciones hispanoamericanas son parte de esta Hispanidad.

Por todo lo dicho podemos concluir que hay rasgos culturales característicos que definen a las naciones hispanoamericanas, y en particular a nuestra Patria Argentina. Algunos filósofos han enseñado que así como cada persona recibe una misión, una vocación, también las Patrias son pensadas por Dios para cumplir una misión en el tiempo. Y un líder español de la década del 30 sostenía que una Patria es “una unidad de destino en lo universal”. Esto quiere decir que los miembros de una Patria están unidos para cumplir un destino, una misión particular, dentro de los valores fundamentales que constituyen a la cultura universal. Intentando indagar cuál es la misión de nuestra Patria, podemos sostener que, luego de haberse ido conformando durante los tres siglos de pertenencia española, ha cumplido dos misiones. La primera, sostener la independencia de América ante el mundo –sobre todo a través de la gesta del General San Martín; de la férrea defensa de dicha independencia por parte del Brigadier Juan Manuel de Rosas; y de importantes ocasiones, durante el siglo XX, en las que la República Argentina supo plantarse frente a pretensiones “panamericanistas” de la potencia del Norte, o ya en los 70 enfrentar la agresión marxista de las bandas terroristas-. La otra, ofrecer abiertamente un destino donde mejorar su condición de vida a tantos y tantos migrantes que la han escogido por Patria propia.

Por último analicemos los deberes humanos hacia la Patria. El ser humano está llamado a perfeccionarse, a cultivar sus potencialidades –la inteligencia y la voluntad, abriéndose a la Verdad y al Bien-. Para esto es necesario adquirir hábitos buenos que se llaman virtudes. La virtud que regula la relación del hombre hacia sus mayores, hacia sus padres, hacia su Patria y hacia Dios se denomina Piedad. Por medio de ésta el hombre reconoce reverentemente todo lo recibido, lo hace suyo, lo guarda, lo cuida, y le ofrece su devoción y agradecimiento a quienes tanto le han dado: Dios, sus Padres, sus antepasados, su Patria. Esta virtud nos hace ser buenos hijos, reverentes ante toda paternidad, la cual deriva de Dios, y que se refleja en todos aquellos que nos dan la vida material, cultural o espiritual.

 Por: Javier Ruffino

jueves, 9 de agosto de 2012

LA VERDADERA UNIDAD*

Durante los festejos del 9 de julio, en Tucumán, la presidente Cristina Fernández convocó una vez más a los argentinos a la “unidad nacional”.

Sus dichos causaron –como era de esperar- el repudio de la derecha liberal que le achaca al kirchnerismo el haber recurrido permanentemente a las divisiones y a la confrontación para construir su poder. Su llamado a la concordia y a la unidad entonces –concluye esta gente-, suena a cinismo y a hipocresía.

Y es cierto, este gobierno que cuenta entre sus funcionarios a reconocidos miembros de organizaciones armadas que actuaron en contra de la Nación, y que permanentemente atiza el odio y la venganza, no tiene ninguna autoridad moral para hablar de “unidad nacional”, ni puede hacerlo con sinceridad.

 No hay dudas que sus dichos solo tienen por miras neutralizar los argumentos de la pseudo oposición y mantener la parodia del “patriotismo” con la que encubren sus latrocinios.

Sin embargo, hay en este tema algo mucho mas profundo que lo percibido por los liberales, pues la cuestión de la unidad nacional va más allá de la perversidad de este gobierno e involucra una cuestión existencial.

En efecto, el problema de los argentinos es que no nos hemos congregado en torno a una empresa en común, coherente con nuestro ser nacional, desde la derrota de Caseros.

No ha habido desde entonces, en quienes gobernaron este país –más allá del partido al que pertenezcan- una comprensión de la verdadera identidad de esta Nación, ni una aceptación del destino común al que hemos sido llamados; y esto es gravísimo pues sin esos requisitos no puede haber jamás verdadera unidad nacional. Ya lo decía José Antonio Primo de Rivera, una nación, más allá de las particularidades que la componen, es una “unidad de destino en la universal”.

Ahora bien, para saber quienes somos y cual es nuestra misión tenemos que tener en claro nuestros orígenes. De esta cuestión se ocuparon tempranamente tanto el nacionalismo como el revisionismo histórico; y al respecto no hay dudas de que la Argentina –más allá de los componentes indígenas y de los aportes inmigracionales- proviene de una matriz hispano católica que con sus valores y cosmovisión determinó de una vez y para siempre la esencia de su Ser Nacional.

Por lo tanto, este origen y esta identidad nos comprometen de modo irrenunciable con una misión histórica, cual es la de ser parte activa de la cristiandad hispánica; con personalidad propia y soberana pero con el mismo fin: el de plasmar el mandato evangélico y conformar una sociedad como Dios manda.

La unidad nacional entonces solo se puede construir a partir de la aceptación de nuestros orígenes auténticos, y siendo fieles con esa empresa nacional heredada.

Una prueba de la confusión existente al respecto es el significado que se da en nuestra historia a los hechos de Mayo de 1810, ya que se ha querido ver en dicha fecha los orígenes de nuestra nación, cuando ellos se remontan a más de dos siglos antes.

Inclusive es a partir de entonces –aunque si se quiere aun antes- que nos hemos visto expuestos a un lamentable proceso de disolución nacional; proceso que se frenó momentáneamente cuando llegó al poder el Brigadier General Juan Manuel de Rosas, hombre grande y providencial, sin el cual nuestra Patria se hubiera desintegrado territorialmente en numeroso estados insignificantes, o directamente habría sido absorbida por los países vecinos.

Luego vinieron los liberales e impusieron una unidad nacional falsa en torno a un proyecto antinacional que se diseñó conforme a los intereses británicos; y que en nuestro país solo beneficio a la oligarquía nativa.

En realidad se trató de la unidad de la oligarquía frente a los restos derrotados de la nación argentina, y de espalda a sus verdaderas tradiciones.

Y así llegamos al actual estado de cosas en donde se ha hecho de la infidelidad a nuestra misión histórica, y de la disolución nacional, un sistema de gobierno. Sistema inicuo que potencia a todos aquellos elementos que atentan contra la Unidad Nacional, a saber: la partidocracia, el indigenismo, la lucha de clases, y el sometimiento al imperialismo internacional del dinero.

De modo pues que todo nuestro devenir político –salvo momentos excepcionales- estuvo dirigido a la disolución espiritual de la nación, al desmembramiento territorial, y a la ruina del patrimonio económico. Por ello, hablar de unidad nacional, sea que lo haga el gobierno o la seudo oposición liberal, cuando se niega y traiciona las notas constitutivas de la nacionalidad es pura perfidia e impostura.

                                                Dr. Edgardo Atilio Moreno

Editorial revista Milo Nº 8

domingo, 5 de agosto de 2012

DOS LIBROS

Por: Enrique Díaz Araujo

 Como es sabido, cada vez se publican menos libros buenos; la lectura edificante no abunda; lo que sobra es la basura intelectual. Esa es la razón (o, mejor dicho, la sinrazón), de la existencia de una “Feria del Libro”, como la que se acaba de cerrar en Buenos Aires, donde, salvo contadas excepciones, lo más llamativo a exponer han sido los resentimientos viscosos de Eduardo Galeano, las “reflexiones” de Aníbal Fernández, o las confesiones procaces de Moria Casán.

Ante una desgracia de ese tamaño cabría simplemente lamentarse, como habitualmente tenemos que hacer a diario por los sucesos de nuestra patria. Pero también podríamos intentar acá la aplicación de un principio moral que reza que siempre hay que tratar de sacar el bien posible de un mal inevitable: “Ahogar el mal en el bien”.

 ¿Cómo?

 Pues, trasladando al campo editorial un hecho físico industrial. Es notorio que lo que se ofrece, en la citada Feria, en gran proporción, es desecho de la peor especie. Ahora bien: se sabe que ciertas maquinarias pueden compactar los desperdicios en general, hasta conseguir que de una sucia chatarra quede una chapa utilizable. Pues, algo análogo podríamos procurar hacer nosotros, seleccionando dentro de la multitud libresca, alguno que nos preste cierta utilidad, tras resumirlo.

 Guiados por ese criterio, recorrimos los “stands” de la Feria, y dimos con tres libros. Traemos ahora al lector de “Cabildo” el extracto compactado de dos de ellos. Del tercero, que es mucho peor, (“La cuestión Malvinas. Crítica del Nacionalismo argentino”, de Fernando A. Iglesias, Buenos Aires, Aguilar, 2012), nos ocuparemos en otro número.

 No se trata, por cierto, de recorrer todos los temas allí considerados. No. Sólo bucearemos en esos mares tenebrosos en busca de las cuestiones referentes a las luchas armadas de la época del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, y sus eventuales prolongaciones a tiempos más cercanos. Veámoslo.

“SUEÑOS POSTERGADOS”

 Ese prócer de la era kirchneriana de la Argentina que es Sergio Schoklender, publicó en diciembre del 2011, un libro, o algo por el estilo, denominado “Sueños Postergados. Coimas y corrupción en la patria de los desvíos” (Bs. As., Planeta, 2011). En esta misma revista, autores más calificados que nosotros, se han ocupado de los conceptos vertidos por el Asesor de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. No los vamos a reiterar. Pero ya que, con cierto atraso, lo acabamos de comprar y leer, queremos consignar algunas perlitas escondidas en dicha ostra editorial, que, tal vez, no hayan sido resaltadas antes.

 Sin dar una fecha exacta, situando el caso alrededor del año 2003, el ilustre parricida y no menos célebre estafador, anota:

 “El programa que sosteníamos con las Madres era totalmente revolucionario. Se había nutrido también de compañeros de los Hijos de las Madres. Nuestro objetivo era la revolución. La única salida que se veía lógica era la lucha armada. No veíamos otra alternativa para enfrentar el menemismo y el neoliberalismo. En aquella época en el sótano de la universidad (nota: de la Fundación Madres de Plaza de Mayo) guardábamos de todo. Si me llamaban a medianoche, yo pensaba que había volado la universidad. Cuando se produjo el enamoramiento entre Hebe y Néstor (Kirchner) tuvimos que sacar urgente todo lo que había en el sótano y hacerlo desaparecer […]. De todos modos, tuvimos mucha relación con grupos que propugnaban concretamente la lucha armada y no escapamos a su influencia” (op. cit., págs. 85, 87).

 Son párrafos que no requieren glosa alguna de nuestra parte. Se comentan solos. A lo mejor un fiscal verifica si los delitos de sedición, asociación ilícita, rebelión y otros atentados contra la autoridad, en concurso real, allí confesados, están prescriptos o no. A todo evento, Schoklender declara que para ese tiempo él era abogado de “Quebracho”, cuyo amor por la legalidad es bien conocido. Lo interesante es que, antes del poder y el dinero proveniente del “enamoramiento entre Hebe y Kirchner”, la egregia Fundación de Derechos Humanos (y, de paso, la organización “Hijos”) se dedicaban a acumular trinitrotolueno en el sótano de su “Universidad”. Otra mercadería bien cubierta por el afamado pañuelo blanco.

 Schoklender también da buena cuenta de la excelente relación de las “Madres”, nuestro principal organismo defensor de los Derechos Humanos, y distintas entidades terroristas. Narra los vínculos de las Madres con la ETA, con la guerrilla zapatista, con el Ejército de Liberación Nacional colombiano, etc. De esas ligaduras nos parecen de mayor interés las establecidas con las FARC. De éstas dice el héroe “fundacional”:

 “Recibíamos permanentemente la visita de los comandantes de las FARC […]. Los comandantes de las FARC solían decirnos que necesitaban que les enviáramos jóvenes con formación política […]. De los jóvenes que fueron por medio de nosotros, muy pocos volvieron. La inmensa mayoría permaneció allá […]. Hebe sentía una gran fascinación por las FARC porque, en cierta medida, sus integrantes representaban algunos de los ideales, del trabajo y de la historia militante de sus hijos” (op. cit., págs. 120, 121, 122).

 Trata, después, de las relaciones de las Madres, en especial Hebe de Bonafini, con la Cuba castrista:

 “Hebe también se convirtió en la emisaria de los Mensajes de Marcos (del EZLN) hacia Fidel […]. Ya había ocupado un rol similar cuando actuaba de emisaria de Fidel ante los Kirchner […]. A partir de entonces la relación de Hebe con Fidel se hizo muy fluida”.

 Hebe pasó a ser un nexo más de lo que venimos sosteniendo desde hace años: la guerrilla y sus adláteres son simples mandaderos del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista Cubano.

 Por fin, en su miscelánea, el Caballero don Sergio narra cómo doña Hebe lo comisionó para robar, en beneficio de las Madres, y cómo acordó con Patricio Echegaray (secretario general del P.C.A.) que se convirtiera en su reemplazante, en caso que a él lo aprehendieran por “chorro” (pág. 155). Y cierra sus recuerdos con un dato que nadie debe olvidar: “Hebe era la gran mentirosa de unas mentiras necesarias. Por ejemplo, la cuestión de los treinta mil desaparecidos. Cuando la CONADEP dijo que había verificado nueve mil desapariciones, los organismos de derechos humanos dijeron que en realidad debía haber quince mil. Hebe salió a decir que eran treinta mil y a repetirlo una y otra vez hasta que, de tanto decirlo, así quedó. Un solo desaparecido es un tragedia, pero nunca fueron treinta mil, eso fue un invento de ella” (op. cit., pág. 185).

 Mentira que después, por boca del Presidente Néstor Kirchner, quedó oficializada dogmáticamente. Un detalle más de lo bien que ha funcionado el marxoducto Fidel-Hebe-los Kirchner. ¡Felicitaciones!



“DISPOSICIÓN FINAL”

 En varias ocasiones nos hemos referido al testimonio que nos diera el General Juan Antonio Buasso, acerca de la conversación mantenida por él con el entonces Comandante en Jefe del Ejército, General Jorge Rafael Videla. Lo recordamos ahora.

 Buasso contaba que en marzo de 1976, estando él y el general Rodolfo Mujica prácticamente en disponibilidad, por su condición de nacionalistas frente al golpe liberal (situación corroborada por Rosendo Fraga, en “Ejército: del escarnio al poder (1973-1976)”, Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1988), fueron citados, sucesivamente, por su superior. Como ellos ya estaban algo anoticiados de lo que se les iba a proponer, con su argumentación respectiva, acordaron entre sí, a fin de dar respuestas coincidentes.

 El asunto que Videla comunicó a ambos generales, comenzando por el más antiguo, que era Rodolfo Mujica, su decisión de que se hicieran cargo de la Policía Federal Argentina. Aceptada la resolución por el subordinado, Videla los interrogó (siempre cada uno a su turno) acerca de si sabían cómo debían proceder en los casos más graves de los terroristas que fueran detenidos. Ambos militares nacionalistas respondieron que sí lo sabían; que para eso se había reformado el Código Penal, concordado con el Código de Justicia Militar. De otro modo, que se les instruiría juicio sumario castrense, y dictada la sentencia por el juez militar, en su caso, sentencia de muerte, se procedería a fusilar al convicto.

 En ese estado de la cuestión fue cuando Videla les dijo que eso era un dislate. Que el Dr. Henry Kissinger le había comentado una situación ejemplar con opciones diversas. Por un lado el General Francisco Franco, en España, al querer ejecutar la pena de muerte contra unos etarras condenados por los Tribunales Militares, se había visto enfrentado con la opinión adversa de todo el mundo, incluida la del Papa Paulo VI. En cambio, Idi Amín Dadá, tirano de Uganda, “se pasaba a la cacerola cinco mil tipos cada noche” (según expresión textual), y nadie decía nada. Luego, para Videla era obvio que el segundo camino, el aconsejado por Kissinger a los militares iberoamericanos que debían contener el ataque castrista, era el correcto.

 Los generales nacionalistas convocados respondieron (siempre en su turno) que Franco, maguer la oposición internacional, había fusilado a los etarras, documentando el hecho en expedientes. Que acá no habría necesidad de fusilar a demasiados terroristas, por la calidad ejemplarizadora del fusilamiento público (de la que carecían los métodos clandestinos). Máxime, si como ellos lo pedían, el Ejército mostraba a la población que el castigo iba a comenzar por sus propios miembros traidores. Y señalaron el caso del Coronel Perlinger, quien se hallaba detenido en Campo de Mayo por haber intervenido en la fuga de los guerrilleros del aeropuerto de Trelew. El otro sendero, el de las “desapariciones”, concluyeron, era indigno del Ejército; añadiendo Buasso: “Esto lo vamos a pagar muy caro y largamente, mi General”.

 De resultas de lo cual, cada uno de los generales nacionalistas fue pasado a retiro. Aún resuenan en mis oídos las nobles palabras de don Ricardo Curuchet en el ágape de desagravio que los amigos le brindaron a don Rodolfo Mujica. Más largo eco ha tenido el debate sobre el alcance de las “desapariciones” que las Fuerzas Armadas practicaron para reprimir a los agresores castristas.

 Videla hasta ahora había negado el hecho, había dado explicaciones ambiguas. Empero, ante la requisitoria periodística de Ceferino Reato, en el libro “Disposición Final. La confesión de Videla sobre los desaparecidos” (Buenos Aires, Sudamericana, 2012), aunque sin mencionar las entrevistas que mentábamos, da una versión bastante coincidente con aquella que dieron en su momento nuestros generales amigos.

 Así, ahora leemos estos párrafos en la obra de Reato:

 “Videla se hace cargo de «todos esos hechos» y señala que los alentó de manera implícita, tácita. “Frente a esas situaciones, había dos caminos para sancionar a los responsables (de las desapariciones) o alentar estas situaciones de manera tácita como una orden superior no escrita que creara la certeza en los mandos inferiores de que nadie sufriría ningún reproche. No había, no podía haber una Orden de Operaciones que lo dijera. Hubo una autorización tácita. Yo me hago cargo de todos esos hechos. Y agrega que, en el contexto de aquella época, fue «la mejor solución» que encontraron.“No había otra solución: estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra, y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas. El dilema era cómo hacerlo para que a la sociedad le pasara desapercibido. La solución fue sutil - la desaparición de personas” (op. cit., págs. 56-57).

 Más adelante, Videla aclara un poco el punto. Porque de lo transcrito podría inferirse que él se limitó a tolerar la conducta ilícita de sus subordinados, bien que compartiéndola tácitamente.

 En realidad, la cosa fue al revés. Los altos mandos liberales (Viola, Harguindeguy, Massera, “Pajarito” Suárez Mason, Agosti, Villarreal, etc.) fueron los que ordenaron ese tipo de represión, que sus subordinados, por obediencia debida, acataron. Precisamente, en ese otro pasaje del citado libro, el asunto queda más en claro:

 “Más allá de cuántos fueron los desaparecidos, Videla afirma que no podía fusilar a «las personas que debían morir para ganar la guerra» por varios motivos. Uno de ellos era que en 1975 el dictador de España, el generalísimo Francisco Franco, había respaldado la decisión de un consejo de guerra que dispuso la ejecución de tres miembros de la ETA, pero no pudo hacerlo por las protestas de gobiernos europeos y latinoamericanos y hasta del papa Paulo VI.“Pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra; no podíamos fusilarlas. ¿Cómo íbamos fusilar a toda esa gente?… porque iba a llegar un momento en que la gente diría: «¡Basta, esto no es Cuba!»” (op. cit., págs. 43-44). “Se llegó a la decisión que esa gente desapareciera; cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte” (op. cit., pág. 51).

 En suma, lo que confiesa Videla es un “crimen de guerra”; delito penal internacional. Homicidios calificados por premeditación. Asesinatos deliberados y ocultados. Aunque de pésima manera judicial, Videla y sus subordinados están pagando aquella negra decisión, tomada para su mal y el de la FF.AA. argentinas. Ante tantas “desapariciones”, la gente de haberlo sabido, les podría haber dicho: “¡Basta, esto no es Uganda!” Este país africano era el modelo que Videla, en 1976, esgrimió ante los dos firmes generales nacionalistas.

 Bien. Aunque el propósito de un trío de lecturas no se concretó, al menos, de las dos leídas sacamos una breve y neta lección, a saber: que tan malas pueden ser las aberraciones liberales como las esclavitudes marxistas. Y que muchas veces, ambas ilicitudes se conectan entre sí y se retroalimentan. Una vez más: ¡tomemos debida nota de esta moraleja política y paradoja ideológica!

Tomado de: http://elblogdecabildo.blogspot.com.ar/