El pasado miércoles 20 de febrero, el Circulo Nacionalista de Santiago del Estero tuvo su primera reunión del corriente año.
En la misma se informó sobre la situación de la revista “Milo”; y sobre la marcha del trámite de personería jurídica de esta institucion.
Posteriormente se escucharon propuestas sobre un programa de actividades para llevar adelante durante el año 2013.
Al respecto se hizo hincapié en la posibilidad de organizar una conferencia que estaría a cargo de un distinguido intelectual del nacionalismo argentino; moción que tuvo un amplio consenso entre los presentes, a pesar de la envergadura del esfuerzo a realizar. Las tareas en ese sentido estarían a cargo de una comisión especial que designará el Concejo Ejecutivo del Círculo.
Cabe recordar que Fuerza Patriótica, apoya y acompaña las actividades culturales de esta organización.
domingo, 24 de febrero de 2013
lunes, 11 de febrero de 2013
La renuncia de Benedicto XVI
Por: Néstor Núñez
En un momento de la historia cuyos hombres tumban todo lo que había de intocable y usan las tradiciones de mingitorio desde las numerosas naciones que han echado al fuego del olvido el “non bis in idem”, hasta los pueblos que piden porque sea abolida la intangibilidad de instituciones como el matrimonio, que venían siendo sagradas desde que vivíamos en cavernas, Benedicto XVI, que ya era viejo cuando lo eligieron Papa, decide que no tiene fuerzas para seguir siendo el Obispo de Roma, el jefe de la cristiandad, el sucesor de Pedro.
Capaz -dice uno que no es vaticanista- que quiere asegurarse la sucesión, influir en los cardenales para que elijan uno afín, pero más joven. Como el dueño de una fábrica que decide jubilarse antes para ceder su lugar a uno de los hijos. En una de esas no confía en que el Espíritu Santo ha de guiar a los cardenales y entonces decide a influir él, aprovechando que está vivo todavía.
Más allá de toda especulación sobre los motivos del Papa para dimitir, queda instalada una certeza, no hay ningún motivo para no tirar abajo cualquier cosa que se oponga al derecho que tiene todo hombre de conseguir su propio placer. No nos gustaba el anterior, pero babeante y con el Párkinson que no lo dejaba tranquilo llevó su cruz hasta el final, como sabía que debía ocurrir cuando lo eligieron Papa. Éste no quiere salir mal en la foto, se va antes de que lo retraten como un anciano carcomido por los años.
Hace unos días hubo una señal. Las agencias de noticias trajeron la buena nueva de que por fin acepta el Vaticano que se reconozcan derechos a los matrimonios gays. El presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Vincenzo Paglia, aclaró que esos derechos no deben confundirse con el matrimonio, el cual sólo puede existir por la unión de un hombre y una mujer. Aclaración contradictoria, ¿no?, alguien que no existe tiene derechos. Eso es dar vuelta el derecho, no macanas.
Pero vámonos preparando para sufrir a los editorialistas de todo el mundo hablando de la valentía del Papa, de su espíritu acorde con este tiempo, de una interpretación del Evangelio que lo vuelve más humano todavía y de la necesaria reforma que debe darse en la Iglesia para hacerla más democrática y abierta a los nuevos tiempos.
La historia siempre puede cambiar, quizás sea esta una nueva oportunidad -la anteúltima- para que la Iglesia vuelva por sus fueros y, retomando una tradición que no debió haber abandonado jamás, brinde al hombre de hoy una salida a sus angustiosos problemas existenciales.
Nosotros oremos.
En un momento de la historia cuyos hombres tumban todo lo que había de intocable y usan las tradiciones de mingitorio desde las numerosas naciones que han echado al fuego del olvido el “non bis in idem”, hasta los pueblos que piden porque sea abolida la intangibilidad de instituciones como el matrimonio, que venían siendo sagradas desde que vivíamos en cavernas, Benedicto XVI, que ya era viejo cuando lo eligieron Papa, decide que no tiene fuerzas para seguir siendo el Obispo de Roma, el jefe de la cristiandad, el sucesor de Pedro.
Capaz -dice uno que no es vaticanista- que quiere asegurarse la sucesión, influir en los cardenales para que elijan uno afín, pero más joven. Como el dueño de una fábrica que decide jubilarse antes para ceder su lugar a uno de los hijos. En una de esas no confía en que el Espíritu Santo ha de guiar a los cardenales y entonces decide a influir él, aprovechando que está vivo todavía.
Más allá de toda especulación sobre los motivos del Papa para dimitir, queda instalada una certeza, no hay ningún motivo para no tirar abajo cualquier cosa que se oponga al derecho que tiene todo hombre de conseguir su propio placer. No nos gustaba el anterior, pero babeante y con el Párkinson que no lo dejaba tranquilo llevó su cruz hasta el final, como sabía que debía ocurrir cuando lo eligieron Papa. Éste no quiere salir mal en la foto, se va antes de que lo retraten como un anciano carcomido por los años.
Hace unos días hubo una señal. Las agencias de noticias trajeron la buena nueva de que por fin acepta el Vaticano que se reconozcan derechos a los matrimonios gays. El presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Vincenzo Paglia, aclaró que esos derechos no deben confundirse con el matrimonio, el cual sólo puede existir por la unión de un hombre y una mujer. Aclaración contradictoria, ¿no?, alguien que no existe tiene derechos. Eso es dar vuelta el derecho, no macanas.
Pero vámonos preparando para sufrir a los editorialistas de todo el mundo hablando de la valentía del Papa, de su espíritu acorde con este tiempo, de una interpretación del Evangelio que lo vuelve más humano todavía y de la necesaria reforma que debe darse en la Iglesia para hacerla más democrática y abierta a los nuevos tiempos.
La historia siempre puede cambiar, quizás sea esta una nueva oportunidad -la anteúltima- para que la Iglesia vuelva por sus fueros y, retomando una tradición que no debió haber abandonado jamás, brinde al hombre de hoy una salida a sus angustiosos problemas existenciales.
Nosotros oremos.
miércoles, 6 de febrero de 2013
DESTRUCCIÓN PARA TODOS Y TODO
“¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo?” (San Lucas, 6, 39)
Robert Ardrey dice en “Génesis en África”: “El hombre es un vertebrado. Y cuando hallamos un característica predominante en todas las ramas de los vertebrados, tal como es el instinto de conservar y defender un territorio, entonces podemos considerarle como un instinto significativo”. “Según Cusafont pertenecemos a los vertebrados, y dentro de ellos a la clase de los mamíferos, que engloban a nuestro orden, el de los primates, y a nuestra familia, la de los homínidos […] La sociedad es el mejor amigo de los primates. Por medio del mecanismo social los primates se han asegurado la obtención del mayor rendimiento de su don supremo,el cerebro, y reducen al mínimo los inconvenientes de su inherente vulnerabilidad […] El animal salvaje no es libre,se impone en su conducta el orden debido a la supervivencia de sus jóvenes, que deben ser educados y defendidos, debido a las leyes de la exigencia territorial, y debido a las leyes de predominio. Para sobrevivir se impone el orden sobre sus inclinaciones por exigencias de su sociedad. El primate es uno de los individuos más ordenados. No obstante, si en su vida se suprime un factor —el territorio— puede suceder cualquier cosa […] Los animales en cautividad no pueden mostrar el curso normal de sus energías instintivas. Ni los impulsos del hambre ni el temor del cazador alteran la ociosidad de sus horas. Ni las exigencias de la sociedad normal en las de la defensa territorial aseguran el derecho de prioridad de las energías con que la naturaleza les ha dotado. Si se observa a un animal obsesionado por el sexo. Es simplemente porque es el único instinto que tiene una espita de salida en cautividad”.
Konrad Lorenz, a su turno, nos dice en “Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada”, que “existen muchos impulsos humanos con suficiente homogeneidad para encontrar una denominación en el lenguaje coloquial”, entre los que incluye la “tendencia a la organización jerárquica, sentido de la territorialidad, etc.”.
Considerando estas bases precitadas, y haciendo abstración tanto de sus autores como de sus errores filosóficos y terminológicos, ¿en qué situación se podría ubicar a un gobierno que permite que se destruyan las instituciones que deberían luchar por defender su soberanía; que permite que se destruya todo concepto de autoridad, que se entregue su patrimonio por nada, que se comprometa a las generaciones futuras, ya sea contaminando el suelo —como en el caso de la megaminería—, saboteando su educación, o aún alentando a que ni siquiera nazcan sus ciudadanos, siguiendo las órdenes de la cultura de la muerte impulsada por la International Planned Parenthood Federation desde la ONU, etc.?
Si de acuerdo con los conceptos de Ardrey la sociedad argentina se compusiera de primates subhumanos, por el estado de anarquía en que se halla, se diría que nos encontramos en situación de cautiverio.
Conviene recordar que no hay proyecto de poder político sin proyecto cultural, el cual se cumple de varios modos: desinformación (especialmente por medio del auge de la información superficial, sin mencionar la causa de los sucesos), la diversión, es decir, el aporte de noticias intrascendentes, la saturación de consignas, también intrascendentes; todo lo cual, con su incesante bombardeo, lleva a impedir el análisis de la realidad y a confundir a la sociedad, fragmentándola y conduciendo a la apatía ciudadana.
Esta es la meta de la que habla Samuel Huntington, Coordinador de Planificación de Seguridad en el Consejo de Seguridad de Estados Unidos: “El funcionamiento efectivo de un sistema político democrático requiere por lo general medidas de apatía y no compromiso por parte de algunos individuos o grupos”.
Por eso el blanco esencial del Nuevo Orden Mundial es el control, y consiguiente deterioro de la educación. Veamos: en un estudio realizado en 2003 por la UNESCO y la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, entre estudiantes de quince años de 41 países: “La Argentina quedó en el puesto 33. A la cabeza de Latinoamérica, pero figuró entre los nueve peores países considerados […] El 44% de los jóvenes de nuestro país demostró serios inconvenientes en la comprensión de textos considerados sencillos […], tan sólo el 2% de los alumnos fue capaz de entender, sin problema de ninguna índole los materiales de lectura que debieron evaluar” (Vicente Massot, “La Excepcionalidad Argentina”).
En 2009 fue peor: salimos últimos, cómodos. Un artículo de “La Nación” del 4 de octubre, “Educar, el Mañana es Hoy”, nos informa que el Operativo Nacional de Educación “señala que el nivel de rendimientos más altos en matemáticas de tercer grado de la Educación General Básica sólo logró ubicarse en el 19,6% de los estudiantes de las escuelas públicas mientras que en lenguas sólo llegó al 16,9%”.
Cabe preguntarse por qué tanta dificultad en lectura y lengua. El Dr. Julio González (“Los Tratados de Paz Por la Guerra de Malvinas”, 1998), dice que “destruyendo el lenguaje se destruyen las ideas. Destruyendo las ideas se destruyen los conceptos. Destruyendo los conceptos se destruye las conductas”. Es decir, la meta es destruir nuestro “don superior”, así como nuestros instintos básicos ancestrales —territorialidad y orden jerárquico— indispensables para la supervivencia.
¿Cómo digerir entonces la ayuda que puedan prestar los jóvenes de La Cámpora a los niños de escuelas primarias, si además se ocupa el tiempo destinado a las primeras letras con juegos y lecturas partidarias? ¿Y supuesto que el sufragio universal fuese la panacea, qué chicos sin experiencia, y anegados de desinformación, pueden decidir sobre el destino de la Patria?
Luis Antonio Leyro
Tomado de: http://elblogdecabildo.blogspot.com.ar/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)